las únicas salidas
y el camino estrecho.
Me supera la continuidad de la línea recta,
la profunda oscuridad,
el vacío en el pecho.
Me veo en la incansable furia del viento y el mar,
trato de gritar,
pero imagino (sentir) la calma de la oscuridad y el silencio
y grito, y lloro, y no muero
porque entonces no podría ver,
ni gritar, ni sentir, ni escuchar.
La eterna nada nos aguarda,
sin percibir lo atroz
del silencio y la ceguera.
Creyéndonos felices
sin ver ni oír.
Escrito el miércoles 6 de febrero de 2013.
Aleera Jezhebel
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