viernes, 7 de octubre de 2016

Doscientos lunares

No creí alguna vez que mis naves llegaran tan lejos.
Tan lejos,
que sobrepasaron doscientos lunares.
Y al final de aquel cinturón,
después del polvo y las cenizas,
entre el vacío y la radiación,
encontré una diminuta llama a la que no pude más que aferrarme,
a la que me aferré con tanta fuerza,
que se asustó.
Y se concentró esa llama en sí misma,
huyendo de mis dedos y mis miedos,
con tanto ahínco que implosionó,
llevándome de vuelta lejos,
otra vez al polvo y las cenizas,
al vacío y la radiación.
Dejándome sin energía ni recursos para volver a jugar a ser un astronauta y atravesar con mis naves el camino por sus doscientos lunares.

Pero no pasa nada, está bien así.
Después de todo, tras tan largo viaje, era hora de volver a casa.


Escrito el 05 de agosto de 2016

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