domingo, 24 de julio de 2016

Apetito y sed

Había dos copas de vino blanco a los pies de la cama; y sobre ella dos cuerpos desnudos encendiéndose. En un lateral, la pared, recubierta de espejo, trataba de hacer suya la visión que reflejaba. Sólo se escuchaba el choque de las lenguas, y al tacto llegaban las palpitaciones.
Él se separó de mí un instante, tomando mi mentón entre sus dedos. Bebió sin apartarme la mirada,mientras yo, entrecortada y temblorosa, arañaba con tibiedad su pectoral.
Decidió besarme, con los labios húmedos y el sabor dulce y áspero de la uva y el alcohol, tomando mi cuello en posesión, y dejó la copa de nuevo en el suelo, sin soltar mi piel, de manera que su compañera fue empujada, y cayó tumbada, al tiempo que su mano, que aún se hallaba encerrando en el dominio de sus dedos mi cuello, me presionaba hasta abatirme, dejándome también tendida.
Y fue entonces cuando miré el espejo y vi la conjunción de la posición de las copas y la nuestra, reflejándonos como hacía el espejo. Vi cómo el vino contenido que debía haber heredado mi cuello se derramaba. Y sólo pude pensar en verle derramándose a él.

Escrito el 05 de julio de 2015

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