Abro los ojos, lo pienso mejor y vuelvo a suspirar. Te digo: Casi. Casi somos como los árboles.
Pienso en el casi. Una semilla sabe lo necesario para convertirse en árbol, pero un niño no sabe cómo ser un hombre hasta que lo es.
Qué envidia me dan los árboles. Siempre están. Siempre son. Siempre saben. Siempre entre el cielo y la tierra, presentes. Sólo a ratos podemos ser como ellos.»
Anónimo
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