domingo, 22 de marzo de 2015

De cambios (otros de tantos)

Pues resulta que Una se despierta de una especie de coma y descubre que Todo son grandes mentiras. El amor era un patético náufrago a las orillas del Manzanares. La ambición no es un Sueño sino una potencia. Estaban en lo cierto aquellos científicos y doctores que no habían probado una micra de cocaína. Fue peligroso. Como todo aprendizaje. Y fue depresivo. Como todo intento de autocontrol y todo método de autocensura. Y resulta que tras seis años y varios intentos de escapada por via crucis, el camino fue la espera. Irónico. Resulta que tras renegar de un determinismo acabé cayendo en la tópica de los aforismos: Tiempo al tiempo(,) todo llega.

El amor resultó ser una patética necesidad para escribir sobre. Necesidad de drama para dramatizar. Las drogas, cuyo consumo justificaba bajo la misma necesidad, vinieron a ser, sencillamente, la caída en la pérdida del control descontrolado del que me vanagloriaba en cierta posesión. El Oeste. Carcajada. El Oeste resultó ser un simple método de ubicación, y el Sueño, metáfora que se escondía bajo la métafora, sólo un plan con vista al futuro. Un plan que quería ver complicado, y un futuro que no entendía porque aún no tenía concepción temporal. Detrás sólo había cobardía.

Patético. Y más patético resulta que la histrionicidad personificada no cayera en la cuenta de que drama y pathos son sinónimos. En lenguaje de nouveau siècle, los griegos me perdonen. Porque telita la distancia entre hacer y sentir. Por no hablar de hacer lo que se siente, o sentir lo que se hace. ¿Pues no me recriminan los olivares y los viñedos lo mucho de más que echo a la urbe? ¿Y no se queja ésta cuando busco la Luz del Tajo entre las bombillas de Gran Vía? Y qué. Y que no entiendo cómo. Si luego Una se aferra al subjuntivo, como si no existiese alrededor. "En Babia", me dicen (cosas de abuelas), y no puedo más que negar cabizbaja: "Más lejos", mientras las opciones se amplian y las oportunidades retrotraen. Y aun sabiendo todo lo que me sé de mí, aún ignoro si hago sintiendo o siento haciendo, o está todo en paréntesis hasta que el Sueño deje de ser potencia para ser acto. Mejor dicho, con palabras más precisas: a espera de sentencia del Supremo; porque recordemos que ahora me obligo a ser determinista.

Ya puedes cerrar las pestañas. Y los ojos. Y las ventanas. Y hasta el ordenador.

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Hola,

    Tengo 23 años y he caído en este blog de jodida causalidad buscando sobre literatura fin de siecle. Me ha encantado esta entrada. Podría la autora contactar conmigo? Me gustaría poder debatir temas interesantes. thelopaok@gmail.com

    Un abrazo :)

    ResponderEliminar

Si no me vas a sorprender ni lo intentes.